La energía nuclear puede jugar
un papel importante en la lucha contra el cambio climático y ser parte de la
solución,
afirma el nobel de Química mexicano Mario Molina, que recibe hoy el Premio
Campeones de la Tierra de la ONU.
"Las nucleares hay que ponerlas sobre la mesa
, porque son una
parte de la solución, aunque no la única", explica Molina, que en
1995 recibió el Premio Nobel por descubrir las causas del adelgazamiento de la
capa de ozono -junto a Frank Sherwood Rowland y Paul Crutzen-.
Según el científico
mexicano, que hoy recibe el máximo galardón de medio ambiente del sistema de
Naciones Unidas por su liderazgo en uno de los mayores acuerdos del clima
(Protocolo de Montreal), el sector nuclear ha demostrado ser "más seguro" que
otros y las plantas atómicas de segunda y tercera generación son aún muy
fiables.
Las
nucleares, al no quemar combustibles fósiles, no generan dióxido de carbono
(CO2) y evitan un 8 % de las emisiones anuales mundiales del gas contaminante,
principal responsable del calentamiento del planeta.
Pionero en el estudio
de la química atmosférica, Molina confía en que las renovables no tardarán en sustituir a las
fuentes fósiles -antes de mediados de
siglo-, y expresa la actual inquietud de que la caída del barril del petróleo
(por debajo de 80 dólares) perjudique su implantación.
La
bajada del coste de las fuentes verdes también ha sido
"espectacular": el ejemplo más claro son las células fotovoltaicas y
la eólica, explica el nobel, que desde 2005 preside un centro que lleva su
nombre y cuyo primera misión no es generar estudios sino "soluciones
prácticas" a los problemas del medio ambiente.
Recuerda
que la intermitencia del suministro es uno de los obstáculos de las renovables,
pero cree que esta barrera está comenzado a solucionarse.
La
imperfección del sistema del almacenamiento de la energía se manifiesta claramente
en industrias como el del automóvil, cuyas baterías aún son "caras y
grandes".
Por
otro lado, considera que el polémico gas esquisto es una alternativa viable,
pero solo de forma transitoria y -recalca- hay que hacerlo con un gran cuidado
e inversiones para evitar daños medioambientales (fugas, contaminación). Sólo
así puede impedirse que se repitan "los abusos enormes" ocurridos en
Colorado o Texas (EE.UU).
Respecto a las
próximas cumbres de la ONU sobre cambio climático,
la de Lima en diciembre de este año y la de París en 2015, el investigador, de
71 años, opina que ayudarán a avanzar en el proceso de negociación
internacional, pero no cree que la capital francesa alumbre un acuerdo global
vinculante.
"París es aún demasiado pronto para que haya el cambio necesario por el cuello de botella de los republicanos (EE.UU.); eso va a llevar más de dos o tres años, pese a que los republicanos más serios no están de acuerdo con las posturas más extremas", añade Molina, uno de los 21 científicos que forman parte del Consejo de Asesores de Ciencia y Tecnología de Barack Obama.
"París es aún demasiado pronto para que haya el cambio necesario por el cuello de botella de los republicanos (EE.UU.); eso va a llevar más de dos o tres años, pese a que los republicanos más serios no están de acuerdo con las posturas más extremas", añade Molina, uno de los 21 científicos que forman parte del Consejo de Asesores de Ciencia y Tecnología de Barack Obama.
Puede que algunos países se comprometan a reducciones de emisiones
contaminantes, pero "no será suficiente" si no hay un acuerdo global,
insiste Molina, actualmente investigador de la Universidad de California en San
Diego.
Molina
cree que la ciencia del cambio climático está muy clara, pero hay incertidumbres
en las proyecciones a futuro.
"Lo
que no hay duda es de que hay un riesgo muy notable sobre la ocurrencia de
desastres muy dañinos y costosos" para la Humanidad, que es necesario
evitar a un coste económico "moderado": entre un 1 y 2 % del PIB
mundial.
De
no hacerse nada, esa cifra sería muchísimo mayor, concluye el nobel.
-Jesús RamGam

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