Por
Yasmina Bona
Cuando
tenemos hijos, solemos aumentar nuestras medidas de higiene. Nos lavamos las
manos más a menudo, procuramos que la casa esté siempre limpia, lavamos los
biberones a conciencia – incluso llegamos a esterilizarlos-, usamos un
detergente neutro para la ropa… Mientras unas madres nos preocupamos, a veces
en exceso, por dejar libre de bacterias y microbios todo lo que rodea a
nuestros bebés, hay otras madres que no tienen más remedio que dar de beber
agua sucia a sus hijos.
Ellas
son madres que viven en algunos países del África subsahariana. Dan de beber
agua contaminada a sus hijos porque no tienen acceso al agua potable. Cada
año mueren más de 1,5 millones de niños menores de cinco años por enfermedades
evitables relacionadas con el agua, como la diarrea. Una
higiene deficiente y la falta de acceso al agua limpia son la principal causa
de ello.
Mañana
es el Día Mundial del Saneamiento,
o también conocido como el Día Mundial del Retrete. Desde el año pasado, la
Organización de las Naciones Unidas ha querido dedicar cada 19 de noviembre a
fomentar la sensibilización y la movilización para reivindicar que el 37% de la
población mundial carece de un saneamiento y una higiene adecuados.
Muchas mujeres en el mundo ven morir a sus
hijos por no poderles dar agua limpia. (c) Pablo Tosco / Oxfam Intermón
Merece
la pena, en un día como este, que nos acordemos de los más de 700 millones de
personas que carecen de acceso al agua potable. Mi pensamiento va, en concreto,
para las madres de países africanos como Burkina Faso, Chad, Etiopía… para
aquellas que han perdido a sus hijos por no poder ofrecerles otra agua que la
contaminada. Dice laOrganización
Mundial de la Salud que
uno tiene acceso al agua potable si la fuente se encuentra a menos de 1
kilómetro de distancia del lugar de utilización y si uno puede obtener de
manera fiable al menos 20 litros diarios para cada miembro de la familia. Estas
mujeres dedican al menos cinco horas diarias a buscar agua al pozo más cercano
y apenas pueden cargar con dos vasijas cada una.
Pero
vale la pena también aprovechar el Día Mundial del Saneamiento para mostrar que
estas enfermedades se pueden prevenir. Muchas ONG trabajan en estos países
formando a los ciudadanos sobre la importancia de la higiene para reducir
enfermedades. Arreglan pozos para que las familias tengan agua limpia cerca de
casa, construyen letrinas en los hogares para evitar la contaminación del agua
subterránea, reparten kits de higiene con pastillas de jabón. Una simple
pastilla de jabón, por ejemplo, puede salvar vidas. Lavarse las
manos con jabón puede reducir los casos de diarrea a
la mitad, y los problemas respiratorios, a un tercio.
Los
esfuerzos de las organizaciones humanitarias han logrado que en casi treinta
años 2.300 millones de personas hayan conseguido acceder al agua potable.
Pensemos hoy en hacer subir esa cifra y lograr que las madres de Chad puedan
dar de beber un agua segura y de calidad a sus hijos.
-Jesús RamGam

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